martes, 23 de enero de 2007

Abrazo de oso a la vida




Larissa Minsky A.editoralminsky@nacion.com

Ocurrió una noche de marzo del 2004. El doctor Isaías Salas, especialista en manejo del dolor y un ser humano de valor incalculable, llegó a mi casa. Hablar de cuidados paliativos me olió a muerte y, con el corazón hecho un nudo, pensé en mis hijos.
Pero no. Con medicamentos apropiados y el favor de Dios, salió de esa crisis y siguió amando la vida. Solía molestarlo diciéndole que era como un gato, que cuando todos creíamos que había llegado al final, le salía la tercera vida, la cuarta... Supongo que el domingo pasado se le acabó la sétima, porque sucedió lo que tantas veces temimos.
Debería estar acabada y tal vez ni siquiera estar escribiendo esta columna, que hoy deja de lado el contenido de la edición y se convierte en una reflexión personal, pero quise hacerlo como un homenaje a su lucha. Quienes conocieron a Manolo, mi esposo, saben que no exagero. Amó la vida y se abrazó a ella siempre. Nunca lo escuché renegar ni decir que se rendía. Su fe y su espíritu de guerrero lo acompañaron hasta el último minuto.
El 7 de enero fue una de las pocas veces que lloró: “Cuánto quisiera poder levantarme con energía por la mañana para ir a trabajar. Qué lujo el de los papás que pueden jugar con sus hijos o salir de casa con su familia y pasar fuera todo el día sin cansarse. ¿Por qué la gente no valora la salud?”. Comparto con ustedes el mensaje que hay detrás de estas palabras, que aún resuenan en mi memoria.



Quise compartir con ustedes esta columna que se publicó el domingo en la revista Proa, porque estos últimos dos años la vida me ha golpeado con muchas perdidas y no son solo mías ya que las comparto con todos aquellos que nos quedamos llorando la partida de nuestros seres queridos. Pero ahorita que tengo a papi enfermo y mañana es probable que lo internen estas palabras me retumban en el corazón.


No quiero pensar que sería de mi si él me llegara faltar pero si las palabras de la señora Minsky me recordaron algo; es que papi siempre me ha dado buenos ejemplos y un amor sin limites... su estrega a la familia, al trabajo, a la vida me hacen querer que se quede hasta la eternidad conmigo. Solo Dios sabe que pasará con él pero puedo estar tranquila de que a pesar de los obstáculos y el dolor que pudieron causarle muchas personas y situaciones en la vida él aprendió a perdonar y sé que todo lo bueno que me enseñó no se me va a olvidar. Bueno solo quería compartir esto con ustedes y darle gracia a la señora Minsky por compartir esos pensamientos tan lindos pero tan llenos de dolor con nosotros que lo único que podemos decirle aunque suene trillado es que Dios nos da la fuerza para continuar... y eso es lo único que queda.


Maríte

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